Los medios de comunicación tradicionales (los que existían antes del boom de la web a mediados de los noventa) son instituciones profundamente conservadoras que han funcionado de una manera bastante uniforme a lo largo de toda su historia. La revolución de la que estamos hablando afecta a la identidad institucional de los medios en nuestras sociedades, a sus modelos de negocio, a las rutinas profesionales de los comunicadores, al control del poder público y a su relación con unas audiencias convertidas en usuarios que generan contenidos.
Una primera estrategia de los medios, tan habitual como desafortunada, consiste en replicar en las nuevas plataformas los viejos contenidos y las viejas dinámicas de la información que regían antes de la era digital. Pues bien, ahora ya sabemos que eso no funciona y que hay que hacer algo nuevo.
Las redes sociales no son otro canal de distribución de los contenidos habituales y tampoco son sólo un mecanismo para generar tráfico hacia los sitios de los medios o feedback acerca de sus producciones.
Hay que entender a las redes sociales como nuevos ámbitos de cobertura informativa, hay que contar con los usuarios para la definición de la agenda y para la elaboración de la información, hay que adaptar los contenidos informativos al lenguaje y a la cultura de cada plataforma, hay que organizar de nuevo las redacciones y hay que abrir los medios a la gente.
¿Cómo pueden las organizaciones potenciar el uso de estrategias y técnicas para comunicarse por medio de las redes sociales?
En primer lugar tienen que capacitar a su plantilla, y tienen que hacerlo rápido, bien y de forma permanente. En segundo lugar tienen que integrar en sus plantillas a nativos digitales, gente joven bien formada en Facultades de Comunicación y preferentemente con algún posgrado en comunicación digital. En tercer lugar tienen que asignar personal a la cobertura del mundo digital y a la gestión de la información en medios sociales. Finalmente, tienen que aprender a cooperar con los usuarios en los procesos de filtrado de información y generación de contenidos, especialmente locales y de micronichos.
Hay medios de comunicación que se resisten a la autogestión de los blogs, ya sea por filtro editorial o por falta de aplicaciones tecnológicas. ¿Qué opina usted al respecto?
Los medios que se resisten al cambio suelen hacerlo por ignorancia o por miedo. Se trata de un entorno nuevo y de una cultura diferente. Es un escenario que no controlan y en el que realmente no saben cómo moverse, ni qué papel les corresponde.
Tenemos que ayudar a los medios a cambiar. A eso me dedico. Hace falta asesoramiento, formación, voluntad para cambiar, paciencia y capacidad para aprender a gestionar los errores, y un ritmo más decidido y ágil para adoptar innovaciones.
Es contradictorio que en muchas organizaciones periodísticas el acceso a las redes sociales es limitado debido al consumo de ancho de banda, hardware limitado y el fomento del ocio en los empleados. ¿Es posible algún equilibrio?
Limitar el uso de las redes sociales en una redacción es tan absurdo como limitar el uso del teléfono. No son distracciones ni ocio, son las herramientas básicas para hacer nuestro trabajo. No se puede concebir el periodismo hoy fuera o al margen de las redes sociales. Allí es donde está la gente y allí es donde está la información.
Facebook puede servir como un auténtico newsroom, grupos de discusión, aulas virtuales y un largo etcétera. ¿Cuál es la característica de Twitter?
Twitter se ha convertido en el sistema nervioso central de nuestra sociedad. Es un sistema de alerta temprana que interconecta al planeta y que detecta todo lo que ocurre. Los medios tienen que estar en Twitter, hablando y escuchando a los usuarios, monitorizando tendencias, identificando fuentes relevantes y compartiendo información.